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jueves, 8 de abril de 2010

Breaking Bad


Hace unos días recibí la revista de Canal+, de paso decir que cada vez se parece más a una hoja dominical que a una información sobre su programación, porque pierde más hojas que un árbol en otoño, y la mayor parte de las que permanecen son publicidad. Bien, sigamos, este mes en Paramount Comedy pondrán la tercera temporada de una de las mejores series dramáticas que he visto nunca. Algunos dirán que eso mismo digo de todas, pero claro, tengamos en cuenta que en este momento nuestros canales de televisión están llenos de series, y yo me limito a comentar aquellas que me gustan o que me parecen entretenidas, que en el fondo es lo que todos queremos, pasar el rato, pero si de paso esto va acompañado de una buena dosis de calidad, pues mucho mejor.

Que yo sepa, las dos temporadas anteriores pasaron solo por este canal, que puede verse también en otros operadores, pero no pasó por las cadenas gratuitas, aunque creo haber leído hace unos días que una de ellas pensaba emitirla, no recuerdo cuál, pero yo estaría atento para no perdérsela.

Hablo de “Breaking Bad”, que mantuvo aquí el título en inglés y que sería algo así como “rompiendo hacia el mal” o simplemente “volviéndose malo”. Si en el comentario sobre “Dexter” decía que no estábamos precisamente ante una serie políticamente correcta, esta idea es algo que se puede aplicar con la misma facilidad en este caso, porque está tan lejos como ella de la corrección, muy lejos. De nuevo vamos a ver a una persona que por una serie de circunstancias toma un camino que lo va a llevar lejos de la normalidad, de lo correcto, hacia un mundo desconocido, sórdido y violento. En cuanto resuma el argumento veréis perfectamente lo que quiero decir.

Cuenta la historia de Walter H. White (interpretado por Bryan Cranston, del que hablaré algo más después), profesor de química en un instituto de Albuquerque, Nuevo Méjico, en Estados Unidos, claro. Es un hombre dócil, tranquilo, sencillo, casi patético en ciertos momentos, que además para poder sostener a su familia trabaja en un lavado de coches. Es un ciudadano respetado, casado con Skyler White (Anna Gunn), escritora de cuentos, que además está embarazada. Tienen un hijo, Walter White Jr. (R. J. Mitte), un adolescente que nació con parálisis cerebral, que le provoca algunos problemas con el habla y dificultades motrices, por lo que usa unas muletas. Walter, poco después de cumplir 50 años, tiene problemas de salud y le diagnostican un cáncer de pulmón terminal. Al principio, como le dan pocas expectativas, decide no someterse a ningún tratamiento, pero tras visitar a otros médicos y por presiones familiares, acepta someterse a un procedimiento casi experimental con un médico que le da bastantes esperanzas. El problema es el precio del mismo, que excede con mucho a las posibilidades económicas de la familia. Esto provoca que empiece a pensar en cómo puede resolver esos problemas. La solución aparece tras acompañar a su cuñado a una redada antidroga. Ve un modo de conseguir dinero fácil y rápido y en grandes cantidades. Gracias a sus conocimientos de química (veremos a medida que avanza la historia que es un auténtico genio en la materia) decide montar un laboratorio de fabricación de metanfetaminas. Evidentemente no sabe nada del negocio y para eso se pondrá en contacto con un antiguo alumno suyo, Jesse Pinkman (Aaron Paul) para que lo ayude en la fabricación y distribución. De este modo se verá metido en un mundo que no solo no es el suyo, sino que no tiene nada que ver con el suyo, totalmente opuesto y distinto. Estos cambios afectarán a los dos protagonistas, Walter y Jesse, de muchas maneras. Walter pasará poco a poco de esa timidez y silencio vital a ser un hombre duro, manipulador y cruel, capaz de cualquier cosa por conseguir el dinero no solo para el tratamiento, sino también para dejar a su familia en buenas condiciones tras su muerte. Es impresionante la evolución de este personaje, tanto que no parece para nada el mismo desde el primero al último capítulo.

La serie es un tremendo ejemplo de humor negro, un impresionante, fuerte y, muchas veces, más que desagradable humor negro. No es este tipo de humor algo habitual en el cine o televisión americanos, parece más propio de otros países, pero os garantizo que alcanza cotas inimaginables. El primer laboratorio, para que no los cojan, va a estar en una destartalada autocaravana que llevan al medio del desierto para que no los vean, solo esto provocará una serie de situaciones delirantes e inolvidables. Y ya dije que su cuñado es uno de los agentes más importantes de la DEA (la sección antidroga de la policía), lo que es otro enorme elemento de humor negro, ya que en cierto momento va a perseguir a ese nuevo distribuidor que vende un producto de una pureza desconocida hasta el momento, tanto que los vuelve completamente locos. Las relaciones que establecen con los distribuidores son algo tremendo, un simple profesor ayudado por un joven que se ven metidos de lleno en un mundo oscuro, violento, duro y lleno de trampas y engaños. Tantas trampas, engaños y mentiras como las que tiene que montar Walter para poder mantener esa situación sin que nadie sospeche nada, intentando llevar la misma vida de siempre, pero envuelto en cosas que nunca soñó. Tiene que mantener un equilibrio entre su familia y la ocultación de la nueva situación, sumándole el cáncer y su tratamiento, teniendo que hacer auténticas barbaridades para proteger su vida y su identidad como delincuente, sabiendo además que tenía otras alternativas menos problemáticas.

El guión es de lo más brillante que os podáis imaginar, bien llevado, con sorpresas y cada episodio es un paso más hacia un final aún por determinar. Ya os digo que terminé hace un tiempo la segunda temporada y estoy deseando empezar a ver la tercera para ver qué pasa, porque nos dejaron con la miel en los labios y una incertidumbre “insoportable”.

La verdad es que todos los actores están impresionantes, no hay uno que no destaque, tanto los protagonistas como los más secundarios. Los elementos del mundo de la droga son de lo más violento y sórdido que podáis imaginar. Pero destacan por encima de todos los dos protagonistas. Bryan Cranston interpreta a un Walter lleno de matices, sus caras van desde la desesperación hasta la más fuerte ira, pasando por la felicidad, la tranquilidad, el desamparo..., y un montón de sensaciones que transmite de una forma genial al espectador. Y lo mismo ocurre con su “ayudante”, el pobre Jesse, un drogadicto y pequeño vendedor, que se ve metido sin quererlo demasiado, en el mundo del tráfico a alto nivel y con una historia familiar y personal que se irá desgranando poco a poco.

La primera temporada es del año 2008 y solo consta de 7 episodios, parece como si probaran a ver cómo iba la cosa, y visto el éxito que tuvo, continuaron con una segunda de 13. Algunos pensamos, antes de ver el último episodio, que terminaría ahí, pero no, hay, por lo menos una tercera que por lo que leí en algunos blogs americanos sigue la misma tendencia de genialidad. Tuvo muchos premios en Estados Unidos, pero por mencionar los más importantes y conocidos, los Emmy, en los años 2008 y 2009 su protagonista obtuvo el premio al mejor actor de una serie dramática y, como dije, no me sorprende, porque la cantidad de sensaciones que provoca su papel es difícil de ver en otras series.

Pues eso es lo que tenemos, una serie dramática, de humor negro y casi surrealista a veces. También advierto, por si no es algo que podáis suponer, que es tremendamente dura y violenta, con escenas y situaciones que ponen los pelos de punta a cualquiera. Esto es algo que puede hacer que alguien la deje a poco de empezar. Yo recomendaría que no lo hicierais, porque seguro que tras cuatro o cinco episodios no seréis capaces de dejarla pasar, por lo menos eso es lo que me pasó a mí, al principio, tras ver dos, no fui capaz de ver la maravilla que vi después. Tras esa violencia tenemos una historia que merece la pena ver y disfrutar.

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