Hace unos días un buen lector me dijo que acababa de empezar la novela que os voy a dejar hoy y que estaba realmente enganchado a ella, que era de lo mejor que había leído en los últimos veinte años. La verdad es que fue una afirmación que me sorprendió un poco, sobre todo porque venía de un gran lector en todos los sentidos. Por un lado el autor de esta novela es de esos que siempre me gustan, más o menos, pero su prosa y su forma de escribir siempre es capaz de sacarme más de una sensación de asombro y de llenar mi lectura de sensaciones. Por otro lado cuando te dicen algo como lo que me dijeron a mí en ocasiones empiezas el libro con un cierto cuidado, como no queriendo dar la razón a los comentarios. Claro que luego todas las críticas, comentarios y reseñas que he leído hablan verdaderas maravillas de ella, calificándola de realmente buena. Y la verdad es que coincido con todos ellos, la terminé hace poco y me dejó un gusto impresionante, tanto que no va a pasar demasiado tiempo sin que vuelva a cogerla. Además es una historia escrita originalmente en gallego, que yo he leído en castellano tras comprarla digitalmente, algo que en su lengua original, lamentablemente, no es todavía posible. Hablo de “Las voces bajas”, la última novela de Manuel Rivas, de muy reciente publicación. En gallego podéis encontrarla en la Editorial Xerais y en castellano en Alfaguara. Las portadas son distintas en ambas y aquí os dejo las dos, pero es evidente que la de la edición en gallego es mucho más cercana a la historia que Rivas nos va a contar.
Manuel Rivas es un escritor, poeta, ensayista y periodista que escribe fundamentalmente en gallego, aunque prácticamente toda su obra se puede encontrar también en castellano; además varias de sus obras han sido llevadas al cine. Nació en 1957 en A Coruña y actualmente vive en Vimianzo. Su padre vivió una temporada emigrado en América, trabajando como músico en orquestas de baile y albañil. Su vida se desarrolló casi en su totalidad en su ciudad natal, donde llegó a trabajar en su época de estudiante en “El ideal gallego”. Luego se fue a Madrid a estudiar Ciencias de la Información, licenciándose en la Universidad Complutense, mientras empezaba a trabajar en el mundo del periodismo. Fue uno de los fundadores y redactores de “Teima” (1977), el primer semanario escrito íntegramente en gallego. Dentro del mundo del periodismo trabajó en varios medios de prensa, radio y televisión. Además es uno de los fundadores de Greenpeace en España y formó parte de su primera directiva. En septiembre de 1981 fue uno de los tripulantes de un pequeño pesquero que se enfrentó con los barcos mercantes que arrojaban residuos radioactivos en la Fosa Atlántica y portavoz del movimiento “Nunca máis” surgido a raíz de la catástrofe del petrolero Prestige en las costas de Galicia. Actualmente combina su trabajo como novelista con el periodístico en el diario “El País”. Su producción comprende desde novelas, libros de relatos, poesía, una obra de teatro, alguna novela juvenil y libros que recopilan sus artículos periodísticos. Quizá su faceta más conocida sea la de novelista, tanto en su lo que se refiere a colecciones de relatos cortos como en las novelas algo más largas. Entre las más reconocidas podríamos destacar “Los comedores de patatas” (1992), “¿Qué me quieres, amor?” (1996), “El lápiz del carpintero” (1998), “Las llamadas perdidas” (2002), “Los libros arden mal” (2006) o “Todo es silencio”, publicada a finales del año 2010. Varias de ellas han sido llevadas al cine, quizá la más conocida sea “La lengua de las mariposas”, que está basada en relatos de “¿Qué me quieres, amor?” o “El lápiz del carpintero”. La versión de “Todo es silencio” se estrenará en breve. En 2011 se publicó “Lo más extraño”, una edición de sus cuentos y relatos cortos”. “Las voces bajas” es su última publicación, de hace unas pocas semanas.
“Las voces bajas” es una novela casi de memorias, más bien de recuerdos sueltos, de pequeñas cosas que van apareciendo en la cabeza del autor mientras recuerda su pasado. El elemento detonante es la muerte de su hermana María, el elemento casi central de todas las historias que Rivas nos va contando. Momentos de su vida todos ellos importantes, todos ellos recordados desde el presente como algo que fue formando y conformando al Rivas de hoy. Las voces bajas son esos recuerdos, las voces de gente sin importancia, sin trascendencia pero fundamentales para la vida de cada uno. Todos tenemos en nuestra cabeza esas voces que, unas para bien y otras para mal, forman parte de lo que somos hoy. Nuestros padres, hermanos, tíos o primos, nuestros compañeros de colegio o nuestros profesores, nuestros amigos y vecinos, los primeros compañeros de trabajo... Toda esa gente que en algún momento de nuestra vida ha pasado más o menos cerca de nosotros y que recordamos a través del tiempo. Pero también son las voces de la naturaleza, de los lugares en los que hemos vivido, los sonidos del viento, de las ramas de los árboles... Son las voces de todo lo que nos rodea y nos ha rodeado, tan bajas a veces que casi no las escuchamos conscientemente, pero que cuando pensamos un poco aún están ahí. Las voces de las palabras y de los silencios, de los gestos o las actitudes, de las alegrías y las penas.
Hace algo más de un año comentaba aquí “Todo es silencio” y decía que Rivas me recordaba en algunas cosas a Paul Auster. Curiosamente la última novela de este segundo autor tiene una cierta similitud con la de hoy, aunque el detonante de esos recuerdos sea distinto. Aún así no tienen nada que ver, son radicalmente distintas. Siempre dije que Auster es de mis autores favoritos y me gustó ese “Diario de invierno”, pero la de Rivas tiene un aire casi opuesto, más sentido, más cercano, por lo menos desde mi punto de vista. No hay un solo momento en el que el lector no sienta algo, y no en singular, porque la cantidad de sensaciones de todo tipo que podemos tener con un simple párrafo es enorme. Es imposible que ningún lector no se sienta cerca, pero muy cerca, de lo que Rivas nos está contando, que no recordemos algún momento de nuestras vidas, a alguna persona o alguna situación. Lo que nos está contando es algo cercano, muy cercano a él, pero que todos podemos entender y sentir porque todos hemos tenido momentos parecidos a los que estamos leyendo. Ese es uno de sus grandes méritos, que estamos leyendo la historia de una persona normal, con una vida más o menos normal y con todo lo que eso conlleva. Todo lo que nos va a contar tiene su importancia, son esos pequeños o grandes detalles que muchos recordamos y que vuelven de repente a nuestra mente en algunos momentos. Historias de grandes y pequeñas alegrías (qué buenas son estas segundas, sobre todo porque normalmente son inesperadas), de leves y profundas tristezas, de momentos aparentemente sin importancia pero que luego, con el paso de los años, descubrimos que sí la tenían. Y palabras, muchas palabras, frases, preguntas no hechas o respuestas no dadas; y silencios, muchos silencios que a veces, bastantes, dicen más que un buen montón de palabras.
Lo maravilloso de la novela es la perfecta mezcla entre lo que nos cuenta y cómo lo cuenta. Ya dije en su momento y lo reafirmó ahora, creo que Rivas es hoy por hoy el escritor que mejor maneja el lenguaje de todos los que conozco, y no solo en gallego o castellano. La conjunción entre lo que nos cuenta y las palabras que usa es magistral y, como dije algo más arriba, consigue tal cantidad de sensaciones en el lector que más de una vez volverás a leer el mismo párrafo, la misma línea o aquella imagen más de una vez para degustarla como se merece. Es una forma de escribir que llena, casi como una ducha de palabras que caen de una manera tan perfecta y combinada que te deja completamente satisfecho, pleno. Me cuesta no poner en este comentario un montón de cosas que me dejaron maravillado, pero no quiero descubrir nada de nada y esta vez menos. Creo que es imprescindible no contar nada y dejar que cada lector tome contacto con estas voces bajas que Rivas nos acerca, porque va a descubrir mucho más de lo que parece en un principio. El uso que hace el autor de las imágenes, las metáforas, comparaciones y todo el elenco de recursos retóricos es genial y perfecto, siempre visual y evocador para el lector, imposible que uno no sienta algo cuando coja estas páginas en sus manos.
Multitud de personajes aparecen en estas poco más de doscientas páginas, el eje central como dije es su hermana María, pero también serán constantes sus padres y abuelos de ambas ramas. Los demás van apareciendo y desapareciendo en momentos puntuales, su tío comerciante de especias, sus profesores y compañeros de clase... Vamos a conocer casi todos los momentos de la vida del autor, mucho más de sus primeros años, pero también de sus estudios de Periodismo (aquellos en los que un profesor le devuelve un trabajo diciéndole que aquello no es periodismo, que es literatura) y sus primeros trabajos como periodista. De todos ellos me quedo con tal cantidad de historias que es imposible ponerlas aquí, porque quizá serían prácticamente todas, no hay un solo momento que rompa la línea de la narración ni un solo momento que no provoque una reacción en el lector. Muchos me conmovieron pero también tengo que decir que hubo otros que provocaron auténticas carcajadas, como la explicación de por qué los celtas desaparecieron de Galicia o algunas historias sobre el examen que hizo su padre ya de mayor para conseguir el Graduado Escolar; aunque podría mencionar muchas más. Eso sí, sonrisas llenas de ternura casi siempre.
Creo que mi amigo tenía razón, puedo decir que desde mi punto de vista es la mejor novela que he leído en mucho tiempo y quizá la mejor en todos los sentidos de las que llevo comentadas por aquí. Absolutamente recomendable para leer más de una vez y yo recomendaría a todo el que pueda que lo haga en la lengua original en la que fue escrita, en gallego. Quizá algunas historias, momentos o actitudes sean más cercanas a los que vivimos aquí, pero en absoluto serán lejanas a los demás, cualquiera podrá disfrutar enormemente de la lectura, sea de donde sea. Yo quiero leerla pronto así, creo que aún me va a gustar más. Tiene absolutamente de todo y todo bueno y creo que en este caso no me puede la pasión por el autor, porque es una opinión que voy escuchando incluso de gente a la que no le gusta demasiado. Y no solo eso, escuchando estas voces bajas entenderemos mejor muchas de las obras anteriores, que por lo que ahora leo, están llenas de influencias (lógicamente) de esa vida anterior, de esas personas, viviendas, situaciones... Haceos con él, acompañad al niño Rivas y a su hermana María, la verbívora de la familia...
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