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jueves, 22 de abril de 2010

La televisión


Antes de leer, os pido que veáis entero el vídeo que lo acompaña, porque es lo que provoca el texto que viene a continuación y porque pienso que es digno de escuchar entero.
Hoy tengo el día entre reivindicativo y protestón, así que aunque la temática más o menos será de siempre la cosa va a ser algo más general de lo habitual. Quiero decir que no voy a escribir hoy sobre ninguna novela, serie o película en concreto, sino que voy a tocar el tema de nuestras televisores y sus programas.

Al principio de este camino con el blog una de las primeras series que comenté, recomendándola encarecidamente, fue “Boston Legal”, aunque no voy a volver a hablar de ella, aunque podría porque da mucho de sí (cada capítulo daría para un buen montón de reflexiones). Ahora estamos viendo la cuarta temporada, sufriendo, porque ya estamos casi terminando y sabemos que solo nos queda una, pero la guardaré entera para volver a verla seguramente dentro de unos años. Bien, pues uno de los últimos capítulos que vi me hizo pensar en que bien podría aprovechar para hablar un poco del tema de cómo está nuestra televisión y la programación que nos ofrece.

Ahora veo pocos programas, las series, que es lo que vemos normalmente, las grabo para verlas con calma, sin anuncios y esas cosas, y eso que en las cadenas de pago no pasa lo mismo que en las otras, anuncios hay, pero muchos menos. Así que fuera de algún telediario no soy de los que están pegados al aparato todo el día, un par de capítulos de algo por la noche, alguna película y poco más. No por nada, sino porque la programación diaria me parece muy mala, por no decir algo peor. Los que confiaban en que con el paso a la TDT la cosa iba a mejorar algo deben de estar muy decepcionados, porque tenemos más o menos lo mismo que antes, pero multiplicado por más canales, es lo que hay.

El vídeo está extraído del episodio 15 de la cuarta temporada de “Boston Legal”, titulado “El país de los tabloides”. Ya dije que las críticas que hacen en todos los capítulos no se dejan nada por el camino, cada cosa que podamos imaginar aparece en algún momento. Normalmente son dos casos por capítulo y en este le toca a las cadenas de televisión, que en Estados Unidos, en lo que se refiere a telerrealidad están, por suerte para nosotros, varios pasos por encima de las nuestras, en el mal sentido, aclaro. También es cierto, y puede verse, que estos americanos ponen demandas por todo y para todo, pero en este caso la historia es tremenda. La cosa es que un padre demanda a una cadena televisiva por considerarla responsable del asesinato de su hija. Ella acudió a un programa de esos en los que parece que te llaman para hablar de un tema, opinar o contar una historia y de repente la cosa se transforma en algo completamente distinto, es una encerrona. En este caso cuando ella menos lo esperaba, aparece su antiguo novio en el plató para pedirle que vuelva con ella y además que se casen. El novio era un maltratador, una persona violenta y peligrosa, pero eso a la cadena no le importó, no pensaron que pudiese pasar nada, solo aumentar el nivel de audiencia. Ella le dijo que no y a los pocos días el va a su casa y la asesina. Además del programa la cadena, tras el asesinato, aprovecha para aumentar la audiencia emitiendo varias veces el momento del programa en cuestión en el que se producen los hechos, alucinante, la verdad, pero no tan lejos de la realidad.

Nosotros tenemos a lo largo del día varios programas de ese estilo en los que uno va pensando que va a hablar de cosas relacionadas con su trabajo o con cosas cotidianas y de repente aparece la hermana (o el hermano) con el que no se habla desde hace años, la pareja a la que dejó porque no la aguantaba más, la amante del marido (o viceversa) y un montón de historias siniestras y truculentas que solo buscan aumentar la audiencia a base de airear cosas más que privadas de la gente. Claro que uno puede adoptar la postura de coger y marcharse, pero supongo que cuando de repente uno se encuentra en esa situación completamente inesperada no es fácil reaccionar. A esto podemos sumar los programas del corazón, los de gente metida en una casa, en una granja o donde sea, los debates políticos (que ahora, de repente, aparecen en medio de programas del corazón) y varios ejemplos más que sería difícil y largo enumerar.

Como profesor, educador y padre este es un tema que pienso que debería de preocuparnos bastante, sobre todo porque ellos ven mucho ese tipo de programas y piensan que todos esos comportamientos que podemos ver son “normales”. Es complicado hacer un debate en clase sin que unos se pisen a los otros cuando están hablando, que respeten las ideas contrarias a las suyas que otras personas pueden dar y que reflexionen sobre lo que están escuchando. Cómo vamos a decirles que eso no está bien si en cualquier debate que ven en televisión esos comportamientos son los que se producen y se animan. Hablan todos a la vez, alzan la voz hasta llegar a gritar para hacerse oír, se insultan, se pisan y no hablemos del poco respeto que demuestran a las opiniones contrarias a las suyas, se ridiculizan, se mofan unos de otros, es algo vergonzoso y contrario a la formación, educación y ejemplo. Ellos mismos deberían de pensar en qué imagen están dando, en qué están enseñando, porque muchos de los que los vean pensarán que eso es lo que hay que hacer, es muy difícil luchar contra eso.

No sé si es la audiencia la que reclama ese tipo de programas o fueron ese tipo de programas los que conquistaron a la audiencia, pero creo que todos, espectadores y programadores, deberían de hacer ya un proceso de reflexión serio para cambiar esa tónica, alguien debería de dar el primer paso.

Es posible que el caso usado en el vídeo de la serie mencionada pueda parecer exagerado, pero no creo que esté tan lejos de la realidad o que en cualquier momento podamos encontrarnos con un caso así, esperemos que no.

Esto fue lo de hoy, creo que esta medio reflexión-protesta es algo necesario para todos, esto tiene que cambiar de rumbo de una vez, cosa que no veo porque cada vez va a más, pero habrá que poner el límite alguna vez en algún sitio, que nadie piense que todo vale.

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