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martes, 30 de marzo de 2010

"El símbolo perdido", Dan Brown


Hace unos días, un alumno mío de 4º de ESO me preguntó si había leído “El símbolo perdido” de Dan Brown. La verdad es que estaba entre las lecturas que tenía pensado hacer en breve, pero teniendo en cuenta la sorpresa de que alguien en el instituto me preguntara por una novela que está leyendo de forma voluntaria y porque le apetece, me decidí a leerla antes de lo que tenía en mente, más que nada por comentar algo con él, ya que cuando me preguntó me dijera que le estaba gustando mucho. Normalmente leo por entretenerme, pasar el rato y por eso, aunque de vez en cuando haga lecturas digamos más “serias” no soy de los que se escapan de los best-sellers por el mero hecho de serlo, ni mucho menos, ya digo que una de mis prioridades cuando leo es pasar el rato y olvidarme un poco de todo, pero siempre buscando algo con un mínimo de calidad.

Debo decir que Dan Brown no es de mis autores favoritos, pero es difícil escapar de este tipo de autores, sobre todo porque el ser leídos por mucha gente siempre dan algo que comentar. “El código Da Vinci” me pareció bastante entretenida, sin entrar en cuestiones de carácter religioso, que siempre son un motivo para aumentar las ventas de ciertos productos, y los libros no están exentos de esta dinámica. En cambio, “Ángeles y demonios” me pareció bastante más floja, increíble y excesivamente fantástica, incluso “fantasma” en su desarrollo final incluso dentro del género en el que se desenvuelve, vamos, casi increíble y digamos claramente que no me gustó. Una de es novelas que más me entretuvo es la anterior a la que motiva este comentario, “La conspiración”, un relato de intrigas lejos de los temas religiosos y simbólicos a los que es tan aficionado. Partiendo del descubrimiento de un meteorito en el hielo del Polo desarrolla una historia entretenida, muy movida, con alguna sorpresa y que, sobre todo no repite los esquemas anteriores (o los de esta de la que voy a escribir algo). Los personajes son bastante creíbles a pesar de ser también algo exagerada, pero todo tiene un aire de verosimilitud que no le queda nada mal, por supuesto no deja de ser un puro y duro entretenimiento, pero cumple con su función.

Muy esperada era la publicación de su última novela, y cumplió las expectativas, vendiéndola muy bien en los Estados Unidos, y lo mismo está pasando en los demás países donde se publica.

La acción transcurre en Washington. El personaje de Robert Langdon (que ya aparecía en varias de sus novelas anteriores y que ahora ya tendrá para siempre la cara de Tom Hanks) es convocado por su amigo Peter Solomon, masón, millonario, filántropo y su mentor, para dar una conferencia en el Capitolio. Descubrimos que Solomon fue secuestrado y la aparición de una mano tatuada con cinco enigmáticos símbolos cambia todo lo que el protagonista esperaba. Se ve atrapado entre las exigencias de un personaje tremendamente perturbado y los representantes de la CIA, sin saber muy bien a quién creer no qué creer. Con la ayuda de Katherine Solomon, hermana del secuestrado y experta en ciencias noéticas (hay que leer el libro para saber que es esto, y aún así...), Langdon tiene doce horas para salvar a su amigo y al mismo tiempo evitar que uno de los secretos mejor guardados de la historia caiga en manos equivocadas. Y como diría alguno, hasta aquí puedo contar.

Sigue el mismo esquema de las novelas anteriores, ritmo trepidante, capítulos cortos que te dejan con las ganas de saber qué va a pasar a continuación y un montón (en este caso quizá demasiadas) de claves, símbolos (algunos igual demasiado rebuscados y que hay que releer varias veces para comprender completamente) y misterios. Hace más o menos lo mismo de siempre, coger varios elementos de la antigüedad y los va poniendo unos al lado de otros intentando montar un puzzle mínimamente verosímil. La verdad es que tiene bastante maestría para esto, porque el lector queda convencido, creo yo, de que todo es posible, factible y creíble, por lo menos yo, que soy de los que intentan creerse toda la ficción que leen, sino para qué. Algunos dirán que le falta originalidad, que es cierto; y otros que si el esquema funciona para qué cambiarlo, que también es cierto, así que cada uno que se agregue al grupo que considere. Tenemos los mismos personajes que en el Código, Langdon (el más listo, espabilado y ágil de mente que podamos conocer), un personaje femenino también bastante listo y un antagonista que si en el caso anterior era un albino ahora también será un hombre con una serie de características que lo apartan un poco de la “normalidad”.

Quizá lo más interesante de la novela, porque la buena documentación no se le puede negar a Brown, es todo lo que podemos conocer del mundo de la masonería (que, por lo que estuve viendo en comentarios y críticas, responde bastante fielmente a la realidad de este grupo) y la historia de los edificios y monumentos de Washington, que son una parte fundamental de la historia; esto aderezado con unos criptogramas, obras de arte antiguas, mención a muchos personajes muy conocidos de varias épocas históricas y algunos toques de altísima y novedosísima tecnología (el Ipad al lado de lo que tienen estos es un juguetito) es lo que nos ofrece. En eso no engaña a nadie, cuando cogemos una novela suya ya sabemos más o menos qué nos vamos a encontrar.

A esto le añadimos un estilo sencillo (quizá demasiado), sin casi nada que comentar, simple y directo y fácil de leer para cualquier tipo de lector, lo que, para ciertos momentos en los que uno no quiere complicarse demasiado tampoco está mal. En pocas palabras, para pasar un rato entretenido y sin tener que esforzar demasiado el cerebro, para eso, recomendable.

Y claro, ya están haciendo la película, ¿Sabéis quién va a interpretar al protagonista?, su nombre aparece un poco más arriba en este comentario.

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