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lunes, 29 de marzo de 2010

Boston Legal


Uno de los temas fundamentales de este blog también es la televisión, así que vamos a inaugurar la sección televisiva hablando de una serie, “Boston Legal”. Fue uno de mis hermanos el que me la recomendó y tras ver casi tres temporadas no sé cómo se me pudo escapar. La verdad es que pasó con más pena que gloria por alguno de los canales nacionales, que creo que ni terminaron de ponerla, una pena, la verdad. Como la recomendación fue encarecida y el canal que la ponía, Fox, ya estaba terminando con la quinta temporada tuve que buscarme la vida para poder conseguirla, todos sabemos más o menos cómo, sin dar pistas, no vaya a ser.
Evidentemente es una serie americana, que terminó hace poco con la quinta y última temporada (sí, por desgracia no va a haber más). Advierto que es totalmente recomendable e imprescindible para aquellos aficionados que quieran ver algo inteligente, entretenido y bien hecho. En un momento en el que estamos inmersos en una marea de series es difícil encontrar algo distinto, con calidad y digno de ver.
“Boston Legal” es mucho más que una serie de abogados, aunque al principio parezca eso. Advierto para aquellos que se decidan que hay que ver cuatro o cinco capítulos de la primera temporada para quedar completamente enganchado a ella, porque al principio las cosas parecen lo que no son, pero pronto veremos como los personajes tienen una serie de matices, de cambios, de evoluciones que merece la pena seguir. Podríamos definirla con tres palabras: perspicacia, inteligencia y una buena dosis de humor negro. Los personajes son sólidos, con personalidad propia y bien diferenciada (lo que hace que los contrastes sean geniales), siempre en guerra con la ética profesional y con unos casos casi siempre comprometidos, lo que, de paso, hace que incluso sea recomendable para algunas clases de ética, historia, sociedad, etc., ya que muchos de ellos podrían generar buenos debates, cargados de polémica e intercambio de puntos de vista (esto, en casa, pasa siempre cuando acabamos de ver un capítulo). Los diálogos son tremendamente inteligentes y bien construidos, el ritmo no decae en ningún momento y la puesta en escena es impecable. Es un drama legal brillante, lleno de una ironía que, de paso, está cargada de una tremenda y cruel crítica contra la sociedad americana, su forma de pensar, de plantearse las cosas, de hacerlas, de su forma de hacer las cosas y de actuar dentro y fuera de sus fronteras. No es para nada la típica serie americana, cargada de esos contenidos propagandísticos, sino todo lo contrario, no hay episodio en el que no se ponga en duda la manera de actuar de sus gobernantes, de su sistema legal, médico, social; la verdad es que no dejan títere con cabeza e incluso, a veces, es difícil saber cómo tuvo el éxito que consiguió en su país, porque los ponen a caer de un burro, la verdad. A través de inteligentes diálogos y de los casos que presentan ponen sobre la mesa temas como la guerra de Irak, Guantánamo, las elecciones presidenciales, la violencia doméstica, el aborto, la eutanasia, las farmacéuticas, la pobreza, las desigualdades sociales..., siempre escondiendo tras un velo de humor y locura las más fuertes críticas y denuncias.
El sentido del humor roza en ocasiones el surrealismo, con alusiones directas al espectador, guiños cinéticos, chistes sobre los propios actores, el desarrollo de la serie, etc. , hay que estar atento para pillarlos todos, la verdad.
Los actores son geniales, aunque tres destacan por encima del resto. Tenemos a William Shatner (para los más “mayores”, el capitán Kirk de “Star Trek”), bordando el papel de un abogado mujeriego, republicano hasta la médula, afectado de Alzheimer, borde, incluso maleducado y todo lo contrario de lo que podemos considerar políticamente correcto; este es Danny Carne, el abogado que nunca ha perdido un caso y con el que aprovechan ese punto de “locura” y extravagancia para poner en su boca las más fuertes y ácidas críticas contra ellos mismos. Junto a él su amigo de toda la vida, inseparables aunque sus formas de pensar sean radicalmente opuestas, pero mostrando siempre que el verdadero valor de la amistad es el respeto, son geniales sus conversaciones siempre al final de cada episodio con su puro y su whisky en la terraza del bufete, que esconden siempre grandes verdades y fuertes críticas. El actor James Spader da vida a Alan Shore, el otro cincuenta por ciento de la gran pareja. Sus alegatos finales de los casos que defiende podrían ser objeto de análisis en muchos campos de nuestro trabajo, siempre ácidos, directos y críticos, llenos de verdades que, a lo mejor, nadie quiere oír. Junto a ellos, el tercero en discordia, es un personaje femenino, interpretado por Candice Bergen, una de las socias fundadoras de la empresa y que va cogiendo merecido protagonismo a medida que avanzan los capítulos merecido por su forma de ser y de trabajar, ella es Shirley Schmith. Y alrededor de ellos una serie bastante amplia de personajes fijos que dan contrapuntos, pero que son imprescindibles para elevar la serie a la categoría de “imprescindible”, de verdad. Desde el abogado exmilitar, el que se disfraza de mujer para vencer su timidez, y, sobre todo, el abogado casi autista que es algo impresionante. En cada temporada salen unos y entran otros, se mantienen los tres anteriores, pero cada actor nuevo que aparece sube el listón y hace que los que han desaparecido no sean echados de menos.
Podría extenderme mucho más, pero creo que lo mejor que puedo decir es que intentéis verla, son cinco temporadas, con algo más de veinte episodios cada una, salvo la última que es algo más corta (una pena), pero seguro que nos os va a decepcionar, recomendable para todos, y seguro que además de haceros pasar un buen rato os hará pensar, ya lo veréis.

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