Hace pocos días que terminé de leer la novela que voy a comentar hoy y tuve que dejar un cierto tiempo para poder pensar, reflexionar un poco sobre ella, y sobre todo dejar que pasara un poco ese regusto entre triste y amargo que me dejó. Estamos ante una historia dura, más dura cuando conocemos el final desde que iniciamos la lectura y sobre todo cuando sabemos que lo que vamos a leer no es el fruto de la imaginación de un novelista, sino que es algo completamente real, quizá para algunos lectores demasiado real, y aún así yo no la dejaría pasar. Su lectura hizo que durante la misma y después de terminarla tuviera que pensar un poco en una serie de cosas, en la vida y su desarrollo, en las personas, en cómo queremos que sea nuestro día a día. Pero no me voy a poner demasiado filosófico y dejaré que cada uno piense sobre lo que quiera cuando la lea. Debe de ser al primera novela de nacionalidad finlandesa que he leído y en algunos aspectos veremos como tiene un aire distinto, peculiar en el desarrollo del día a día de la gente de ese país. Hablo de una novela escrita entre dos personas, marido y mujer, que tienen que enfrentarse a una realidad que se interpone entre ellos como un muro de grandes dimensiones, algo de lo que no pueden escapar y que cambiará muchas cosas. Los autores son Reko y Tina Lundán y la novela se titula “Semanas, meses”. Es de edición muy reciente y además publicada simultáneamente en gallego y castellano por Faktoría K de Libros en su colección NarrativaK. Comentar también que la traducción al gallego es de las primeras novelas finlandesas traducidas a esta lengua y fue realizada por Jarna Piippo y por mi compañero de trabajo y amigo, Ramón Nicolás, y esta fue la base para la traducción al castellano. Una traducción que no fue fácil, primero por el lenguaje del original y luego porque no es sencillo adaptar no solo la lengua, sino la forma de ver la vida de una cultura europea algo distinta de la nuestra.
Reko Lundán nació en 1969 en Janakkla (Finlandia) y murió en octubre del 2006 en Helsinki. Es un novelista y dramaturgo con una carrera muy prometedora, fue uno de los más premiados y reconocidos en su país. Comenzó sus estudios en la Academia de Teatro, donde se licenció en 1994. Además era un hombre muy implicado en cuestiones económicas y sociales, trabajando también como comentarista de televisión y guionista en este mismo medio. Su primera novela recibió el Premio Finlandia en 2002. También fue nominado para el premio de mejor dramaturgo nórdico en el 2002. Es autor de tres novelas y nueve obras de teatro. Todas ellas con un trasfondo de denuncia social más o menos claro. Concebía su trabajo como una forma de entretener, pero también consideraba que tenía que hacer algo más, remover las conciencias y denunciar esos mismos problemas que comentaba en televisión. A principios del año 2004 le fue diagnosticado un tumor cerebral que terminó con su vida dos años después. Continuó trabajando hasta el momento de su muerte y esta obra que comento hoy es una buena muestra de ello.
Tina Lundán nace en 1970. Estudió musicología y literatura finlandesa en la Universidad de Helsinki. Actualmente trabaja en un canal de televisión en su país. Tras la publicación de esta novela que comento hoy publicó “El primer verano” en el año 2008 centrada en el año de luto tras la muerte de su marido.
“Semanas, meses” no es exactamente una novela al uso, es el diario de dos personas, de los dos integrantes de una pareja tras la casi sentencia de muerte que le dan a él cuando le diagnostican un tumor cerebral en un estado muy avanzado. Por eso decía al principio que desde que uno empieza conoce el final, aunque esto no sea lo importante. Es el diario que van escribiendo Reko y Tina desde el día que empiezan un camino duro, difícil, doloroso en todos los sentidos, un camino en el que siempre aparece de alguna forma la esperanza, la confianza en un milagro (más en uno que en otro) o el no querer ver la realidad, porque ambos saben cuál será el final de ese camino en común. Vamos a leer las confesiones de Aki (Reko Lundán) y Minna (Tina Lundán), dos “personajes” que esconden a los autores reales, quizá intentando poner un poco de distancia entre la realidad y la ficción, aunque en este caso la realidad es la que hay y no creo que haya nada de ficción. Además veremos como reaccionan ante la situación no solo amigos y familiares, sino también las dos hijas de la pareja, la pequeña Kerttu y su hermana mayor Saara, que verán como su día a día cambia, como sus padres no se comportan de la misma manera que antes hasta llegar al momento final. La historia irá alternando las narraciones de uno y otro, de tal forma que veremos casi las mismas cosas pero desde dos ópticas ligeramente distintas. Por un lado el punto de vista del enfermo y por otro el de la persona que tiene que atenderlo y realizar además muchas otras tareas, dos puntos de vista a veces enfrentados por parte de dos personas que se quieren profundamente. Desde el momento del diagnóstico empiezan un camino, muy lleno de esperanzas que se van desvaneciendo poco a poco, con más momentos de caída que de subida, donde un pequeño avance irá seguido del más profundo retroceso. No quiero contar mucho más, porque aún conociendo el final, asistir al proceso que van sufriendo es realmente emocionante.
No estamos ante dos personajes literarios, estamos ante dos personas reales, de carne y hueso, con sus miedos que todos podemos entender, sus frustraciones, sus esperanzas... Esa realidad es la que le da, creo yo, el gran mérito al desarrollo de la historia. No hay nada de idílico, de maravilloso, casi ni de consuelo y casi al final de la historia descubrimos algo que hará que la piedra que tenemos en el pecho durante la lectura pese todavía más. El relato es duro por esa credibilidad y realidad, no hablo de verosimilitud, sino de realidad, cruda y dura. Es tremendo leer como ella en más de un momento está realmente harta de la situación, como no puede soportarlo más y su mayor deseo en este mundo es pasar una noche tranquila sin tener que atenderlo, pero más tremendo es reconocer que muchos de nosotros en su misma situación pensaríamos y sentiríamos casi lo mismo porque en el fondo estamos hablando de seres humanos, no de personajes de ficción. A través de este relato confrontado veremos lo que piensa y siente él ante las cosas que le pasan, ante los tremendos efectos secundarios de todos los tratamientos que recibe y como también aparecerá como un ser egoísta en más de un momento, más preocupado por su trabajo que por otras cosas, cuando ese trabajo no es más que una forma de intentar seguir estando vivo. Y luego veremos casi lo mismo pero desde la óptica de ella, lo que piensa y siente ante las mismas situaciones, descubriendo que muchas veces son casi puntos de vista y reacciones distintas, pero siempre muy humanas y comprensibles.
Por otro lado, en algún momento, la historia puede caer en algo de frialdad, casi como si intentaran ver las cosas desde fuera, pero también influenciados por una forma de ser, como decía al principio, distinta de la nuestra. Sobre todo al principio de la historia tenemos una serie de notas a pie de página que ayudan a entender un poco que en los países nórdicos viven la vida de otra manera. Una de las que más me chocaron fue la que hace alusión al “día de los caramelos”, explicando que en Finlandia los niños, por norma, solo comen caramelos o chucherías un día a la semana, que suele ser el sábado. Todas estas notas ayudan al lector a entender mucho mejor ciertos aspectos de la historia que pueden resultar sorprendentes para un lector de países menos fríos en todos los sentidos. La muerte está siempre presente en la historia, pendiendo sobre ellos como algo imposible de evitar, pero al mismo tiempo está llena de vida, no solo de deseos de vida porque las pequeñas esperanzas que surgen (aunque el lector sepa cómo va a terminar) son las que llevan a la pareja protagonista a intentar no asumir que les va a tocar renunciar a la propia vida y a la de un ser muy querido demasiado pronto, algo que a sus ojos es tremendamente injusto.
Faktoría K nos acerca, además en gallego y castellano, una novela que posiblemente de otra manera no hubiera llegado a nosotros, de una literatura creo que algo desconocida y de un país, además, en el que la lectura es una actividad muy habitual. A mí me gustó a pesar de su dureza y de que no es una historia excesivamente optimista. Creo que es una lectura que deberíamos de hacer, que puede hacernos pensar mucho, reflexionar sobre una serie de aspectos de nuestras vidas que igual necesitan un proceso de cambio o que puede ayudarnos a ver muchas cosas con otra perspectiva. Para mí recomendable.
Como final os dejo un fragmento:
“Minna
No sé por qué se me ocurrió preguntar cuánto tiempo le quedaba. Inmediatamente me di cuenta de que había sido un error. Aki palideció y temí que le diese un nuevo ataque. Metí la mano en su bolso y saqué una latita de caramelos que contenía tranquilizantes. La píldora se quedó rodando en su boca. Yo ya conocía el sabor harinoso y nauseabundo de un valium seco cuando se pega al paladar. Las palabras de la doctora me golpeaban todavía en la cabeza. ¡Qué poco tiempo de vida le había dado a mi marido!
Aki
¿Qué sentido tiene comenzar a escribir una novela al regresar a casa desde el hospital, después de saber que te quedan semanas o meses de vida? Ni siquiera bajo el efecto eufórico de la cortisona será posible acabar a tiempo la tarea. Y, ¿por qué extraña razón yo debo escribir hasta agotar mis últimas fuerzas? ¿No es más importante leerle todas las noches un cuento para dormir a Kerttu? ¿Hablar con Saara sobre cómo le ha ido el día?”
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