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domingo, 6 de noviembre de 2011

"In vino veritas", de Francisco Castro



Hablando de los detectives privados: “Y ya que estamos lanzados y ya que no le tenemos ningún respeto a este (mi) nuestro personaje ni al oficio detectivesco, diremos ahora lo peor de lo peor de las cosas que hace a diario porque no le queda más remedio y porque hay que comer, a saber, perseguir adolescentes con granos para saber si están en clase o no. No tenéis ni idea de la cantidad de jóvenes que, como siempre se hizo (y no pasaba nada), cuelgan clase y andan por ahí haciendo cualquier cosa en vez de polinomios, análisis sintácticos o comentarios de texto, es decir, todas esas cosas inútiles y absurdas y prescindibles con las que nos amargaron la infancia, la adolescencia, y en definitiva, los mejores momentos de nuestras inocentes y manipulables vidas. La diferencia con el pasado es que ahora hay padres que ponen detectives para saber si el niño o la niña van a clase o andan fumando canutos por ahí tirados, en fin, algo tristísimo, lo de los padres más que lo de los hijos, ponerle un detective a un hijo debería ser motivo más que sobrado para que un juez les quitase la custodia, porque hay que hablar más, hay que comunicarse más con ellos, no ponerles un fulano detrás para saber a dónde van y que es lo que hacen cuando (piensan que) nadie los ve”.
Sobre la televisión actual: “Es lo que voy a llamar, porque me da la gana, Televisión 2.0. Por eso la gente graba cosas con su móvil y las envía sin perder un minuto a los canales de televisión o las sube a llutú, sobre todo si tienen  la suerte de grabar una desgracia, o sea, que tienen razón los viejos, antes había valores y había más respeto, antes, cuando ocurría algún desastre en la calle, la gente corría a echarte una mano, ahora, cuando pasa una tragedia, la gente tira de móvil y graba por si acaso, porque saben (son listos) que están haciéndose con unos minutos de televisión gracias a esa grabación horrenda y probablemente perversa y absurda que no debería salir,...
Espero que el autor de la novela, escrita originalmente en gallego, no se moleste por esta libre traducción al castellano con el único objetivo de mostrar dos de los muchos fragmentos de su novela que me gustaron y llamaron la atención.
Tengo varias novelas pendientes de comentar, y normalmente sigo un orden casi de lectura a la hora de publicarlos, pero esta novela de hoy me llamó tanto la atención que no me resisto a ponerla por delante de otras que he leído antes. Hace poco que la acabé y me dejo una gran sensación, me gustó mucho en varios sentidos que procuraré plasmar aquí. Creo que de lo que llevo leído en estos últimos tiempos es de las que más me han gustado, una historia que no está nada mal, pero sobre todo por la forma de contarla, por cómo está escrita y por todas las reflexiones que nos va dejando el autor sobre una serie de temas (muchos, la verdad), casi siempre a través de su personaje principal, un simpático y peculiar detective. Es una novela publicada recientemente en gallego, el autor es Francisco Castro y el título “In vino veritas”, que podéis encontrar en la Editorial Galaxia.
Francisco Castro es un autor nacido en Vigo en 1966. Es licenciado en Filosofía y trabaja en la enseñanza, además de dedicarse a la gestión cultural y la comunicación. Imparte Talleres Literarios por toda Galicia, tanto para niños como para adultos, además de trabajar como director del Taller Literario Caixanova y del Taller de Poesía Caixanova. Actualmente trabaja en la Editorial Galaxia. En 2010 fue elegido presidente de la Asociación Galega do Libro Infantil e Xuvenil. Aunque tiene alguna obra en castellano la mayor parte de su producción está en gallego. Uno de los elementos fundamentales de su narrativa es la originalidad con la que aborda diversos tipos de géneros. En 1991 publica “Amor de cinema” y en 1997 gana el Premio Lueiro Rey de novela corta con “Play-Back”. Es autor del libro de relatos eróticos “Xeografías” o de “A canción do náufrago”, ambos en el año 2001, o del relato histórico “Memorial do infortunio” (2003), traducida al año siguiente al castellano. En 2004 publicó “Xeración perdida”, en la que se acerca al tema de las drogas. “Un bosque cheo de faias” ganó el Premio Frei Martín Sarmiento, otorgado por alumnos y alumnas de toda Galicia. En 2006 ganó el Premio Blanco Amor de novela con “Spam”. En 2007 gana el Premio de Novela Manuel García Barros con “As palabras da néboa” y en el mismo año publica “O ceo dos afogados”, finalista del Premio Fundación Caixa Galicia y que recibirá el Premio Frei Martín Sarmiento como mejor libro del año. Gran parte de su producción entra en el campo de la literatura infantil y juvenil. Así es autor de “Chamádeme Simbad” (2009) y también de “O segredo de Marco Polo” (2010), que aparecerá en breve traducida al castellano y al catalán. “In vino veritas” es, por el momento, su última novela pensada para público adulto. Además tiene un blog, que podréis ver en: http://www.franciscocastro.blogaliza.org/
El propio autor dice que “In vino veritas” es una novela furiosa, bajo la apariencia de una novela negra, una historia de detectives, aprovecha para hacer una crítica feroz y despiadada no solo a los medios de comunicación (sobre todo la televisión) sino también de los espectadores y seguidores de cierto tipo de programas. Xulio Míguez es un detective privado, pero uno de verdad, de esos que poco tienen que ver con los de las novelas americanas o las películas en blanco y negro. Un hombre normal, con sus miserias, sus casos con muy poco glamour, sus tristezas y, como única afición, la enología y bastante entendido en el tema. Lleva una vida algo gris, casi tanto como su trabajo. Marta Ruiz es su amiga desde la infancia, enamorado perdidamente de ella, fantaseando con cosas que podrían ser pero nunca serán, y aún siendo consciente de ello sus sentimientos no desaparecen. Además Marta es la presentadora de uno de esos programas de cotilleos y marujeos que tan de moda están en este momento, esos que explotan las miserias de los famosos, las mentiras, las fotos y situaciones escandalosas robadas pero que al final no lo son tanto. Incluso al principio de la novela recibe un importante premio como la mejor comunicadora del año, otro sarcasmo de los muchos que aparecen en la historia. Xulio es contratado por Carolina Vilabranca, dueña de una de las bodegas más importantes de la zona, para que encuentre a Lois Durán, su marido desaparecido. Carolina recibe unas explícitas fotos de su marido con una desconocida realizando unas fuertes prácticas sadomasoquistas y hace días que no aparece por casa ni por el trabajo. Así nuestro detective empieza a buscar, aunque no sabe bien por dónde hacerlo. No es que sea un investigador avezado, sus casos suelen ser tan sencillos como seguir a maridos o esposas que engañan a sus parejas, a adolescentes que faltan a clase y con padres preocupados y cosas más o menos sencillas y muy lejanas de las historias del cine o las novelas. Sus primeras investigaciones lo llevan a buscar información por internet sobre ese tipo de prácticas sexuales, alucinando con la cantidad de resultados y la cantidad de cosas que hace la gente. Pronto se verá inmerso en una historia que va a tardar en comprender, algo más complicada de lo que parece y llena de sorpresas, sobre todo para él.
La novela es, entre otras cosas, una parodia de las novelas negras, una desmitificación del personaje del detective privado, convirtiéndolo en una persona más de verdad, más real, sin tanta parafernalia literaria y con todos los problemas diarios, con sus amores y desamores. Xulio vive solo, se alimenta de comida congelada que no le convence nada, pero entra dentro de ese medio aire de vagancia que domina su vida, realmente solo disfruta de una cosa, de los buenos vinos que se toma en casa o fuera con un auténtico ritual previo. No es un enólogo profesional, pero sabe disfrutar de un vino, los compra y los toma con auténtico deleite, hace cursos y comparte su afición con otro personaje de la novela, el doctor Campos, forense de la policía. Es más, el vino se convierte casi en un personaje más de la novela. Ese aire de novela negra viene remarcado además porque está dividida en diez bloques de varios capítulos cada uno, y cada uno de ellos se inicia con cada uno de los puntos del “Decálogo de la novela policial” escrito por un clásico del género, Raymond Chandler. Estos puntos podrán verse reflejados en lo que nos va a contar a continuación, ¿Cumpliéndolos?, sí, pero muy a su manera. Del mismo modo juega con casi todos los tópicos del género; tenemos al detective (solo le falta el sombrero y beber whisky en vez de vino), la amiga del protagonista, la mujer fatal (la dueña de la bodega, casi como una Lauren Bacall moderna), los misterios y algunas cosas más que no voy a mencionar para no destripar demasiado la historia. La verdad es que este personaje central es genial y sobre todo hace que el lector se sienta muy cerca de él, al estar contada la mayor parte de la novela en primera persona, es él mismo el que nos va contando todo lo que pasa. Alterna con un narrador que se centra en aquellas partes en las que no interviene Xulio, dándonos una perspectiva completa de todo lo que pasa en cada momento.
Novela negra en la línea argumental, la investigación de una desaparición. Pero en realidad es una novela crítica, ácida, cáustica, feroz y con muy mala uva. Otro de los personajes principales es la presentadora de televisión y amiga de Xulio, Marta Ruiz. A través de ella y de los pensamientos del detective tomamos contacto con una crítica contra la programación televisiva actual, movida solo por la audiencia y el beneficio económico. Llena de programas que explotan las miserias reales o inventadas (todo vale con tal de lograr audiencia) de famosos, famosillos o gente famosa en un fugaz momento de sus vidas. Pero el autor no se queda solamente ahí, también es criticable la actitud del espectador de estos programas, la de la gente de la calle que parece preocuparse más por conseguir ese minuto de fama que por el precio que podría pagar a cambio. Más preocupada por la posibilidad de ganar un dinero fácil que por ayudar a una persona en peligro, por poner un ejemplo. Y de paso traspasa la crítica a otros muchos aspectos de la sociedad actual, una sociedad que nuestro detective no entiende demasiado bien, que no sabe hacia dónde va ni a dónde llegará, algo que le preocupa casi más que resolver su caso.
Además de la historia quizá lo que más me gustó es cómo está contada, la forma que tiene Francisco Castro de usar las palabras, de trabajarlas y de mezclarlas me pareció fascinante. Largas frases de adjetivos seguidos, sin una sola coma (en algún caso seis o más de un tirón) le dan no solo una gran rapidez a la acción, sino que llega un momento que las sensaciones que tiene uno como lector van creciendo de una manera alucinante. Además establece en más de una ocasión una relación directa con el lector, casi dirigiéndose a él como autor (recuerdo perfectamente una frase en la que pone cinco verbos seguidos de una manera perfecta y él mismo lo comenta, como si fuera una gran hazaña como escritor -que lo es-), haciendo que el lector no solo se sienta partícipe de la historia, sino también del trabajo del autor como tal. Y todo contado con mucha sorna, con mala leche y con un tono y una forma que hizo que en algún momento no solo me sonriera durante la lectura, sino que más de una vez esa sonrisa se transformó en una sonora carcajada.
Esta vez me estoy pasando con la extensión y aún hay alguna cosa más que me gustaría comentar, pero voy a ir parando. Es la primera novela de Francisco Castro que leo, pero puedo garantizaros que no será la última. Como dije al principio de lo mejor que he leído en estos últimos meses, así que más que recomendable. Mis lectores en gallego lo tienen fácil, para los que me leen en castellano aún no sé si aparecerá traducida a otras lenguas, pero por si acaso dejadla anotada y si lo hace intentad leerla, estoy prácticamente seguro de que no os va a decepcionar.


El ilustrador de "Me llamaba Simbad" from NidodeContenidos on Vimeo.

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