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jueves, 16 de enero de 2014

"Dispara, yo ya estoy muerto", Julia Navarro



Hay novelas que te siguen dejando un gran gusto mucho tiempo después de haberlas terminado. Son esas que disfrutas mientras las lees y luego más cuando las recomiendas o las comentas. Allá por mayo de 2010, a poco de empezar con estos comentarios, dejé una reseña sobre la última novela en aquel momento de Julia Navarro, “Dime quién soy”, que me había gustado pero menos de lo que esperaba. Es una autora que figura entre esas que siempre leo en cuanto sale alguna novedad, sus historias pueden gustarme más o menos, pero siempre tiene algo que decir y aportar. Casi tres años después apareció en las librerías su nueva novela y pronto pasó a ocupar uno de los primeros puestos en mi lista de pendientes. El título es “Dispara, yo ya estoy muerto” y de entrada ya os digo que es la novela de esta autora que más me ha gustado.

En este caso la parte biográfica me la voy a ahorrar, porque desde que apareció el último comentario poco más se puede añadir, aparte de la publicación de esta novela de hoy, que está teniendo, como todas las suyas, un buen éxito de ventas y también de crítica.

Marian Miller trabaja para una ONG y prepara una investigación sobre los asentamientos judíos en Palestina. Para ello se entrevistará con una serie de personas, pero seguramente en ningún momento esperaba encontrar la historia que escuchará de dos partes distinta, aunque será la misma vista desde dos ópticas que, en este caso, no es que sean demasiado distintas, sino más bien complementarias. La novela empieza cuando va a hablar con el anciano Ezequiel Zucker, que será uno de los elementos centrales del argumento. A través de él empezaremos conociendo la historia de su abuelo y todo lo que vivió antes y después de llegar a Palestina. Samuel Zucker vivía en Rusia y se dedicaba al comercio de pieles junto con su padre, sobre todo con París, a donde viajaban habitualmente. Como su apellido indica son de procedencia judía y en cierto momento las cosas en su país se ponen complicadas, con lo que se ven obligados a marcharse. De allí a París y a Palestina, donde tomará contacto con Ahmed Ziad, al que le comprará parte de sus tierras y donde se asentarán como agricultores, siempre compartiendo tanto el trabajo como los frutos del mismo con la familia palestina a la que siempre se sentirán unidos. A través de estas dos familias iremos viendo como va avanzando la convivencia y los conflictos en Palestina con el tema de los asentamientos judíos como base. La historia comienza a finales del siglo XIX e irá avanzando hasta el momento actual, pasando por todos los momentos históricos fundamentales del siglo XX y centrándose, sobre todo, en el conflicto entre judíos y palestinos. Iremos viendo como, sobre todo a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, algo que parecía no demasiado complicado se va torciendo a causa de la cantidad de judíos que llegan y compran tierras. Marian conoce de antemano la historia de la familia Ziad y casi todo lo que pasó en ella y en la vida diaria con los Zucker. Ahora va conociendo la otra mitad de la misma, la parte que incluye a la familia Zucker. Ambas familias siempre unidas por unos fuertes lazos de amistad, de trabajo y con una relación que intenta estar por encima de otro tipo de problemas, pero esa buena relación llegado cierto momento tiene que romperse por imperativos sociales, religiosos y políticos. Alternando ambas historias, la que Marian le cuenta a Samuel y la que él le cuenta a ella conoceremos a la perfección todo lo que pasó entre ellos y todos los que giran a su alrededor.

La novela quiere ser un canto al entendimiento, a la idea de que la convivencia debería de ser posible como lo es en el pequeño huerto que los Zucker y los Ziad construyeron al principio. Allí las cosas siempre fueron fáciles y todo se solucionaba hablando o intentando que las cosas no pasaran a mayores. A lo largo del tiempo las familias fueron creciendo, fueron llegando nuevos miembros, matrimonios, hijos y demás, pero siempre intentaron mantener una misma línea de convivencia, sobre todo gracias a la gran relación que se establece entre Samuel y Ahmed, dos hombres provenientes de dos culturas y religiones distintas pero con una misma idea, la convivencia y la paz siempre es posible. Claro que no contaron con que hay cosas por encima de ellos que no pueden controlar y que pueden romper esa idea que ambos tienen. 

La historia transcurre sobre todo entre Rusia, Palestina y París, en distintas épocas y momentos históricos. Muchos de los personajes participarán en los acontecimientos más importantes del siglo en mayor o menor medida, pero me quedo con la parte que transcurre durante la Segunda Guerra Mundial, bien conocida por todos, pero que en este caso nos deja una historia tremenda y que aparece como muy real ante el lector. Quizá, para mí, este sea uno de los grandes méritos de la novela. A pesar de ser consciente de estar leyendo una historia de ficción en más de un momento tenía la impresión de que muchos de los momentos que estaba leyendo podían ser reales, haber sucedido casi tal cual los estaba leyendo. En medio de todo esto historias de amor y de desamor, de fuertes amistades que se ven truncadas por cuestiones políticas, muertes y nacimientos, fuertes enfrentamientos entre grandes amigos y, sobre todo, mucha violencia que los personajes importantes de la novela no acaban de entender y que para ellos nunca es justificable.

La verdad es que me gustó mucho esta última novela de Julia Navarro, como dije al principio la que más me gustó de esta autora. Creo que consigue una historia que te atrapa desde el principio, tanto por lo que está contando como por la forma de contarlo. Esa alternancia entre las dos historias hace que crezca el interés, que descubras los porqués de muchas de las cosas que estuviste leyendo antes al verlas desde la otra óptica. Los personajes centrales me parecen realmente buenos, todos ellos creíbles y cercanos a una realidad que fácilmente podría ser como nos la cuenta la autora. Sobrecogido en muchos momentos por una historia de amor y amistad que demuestra que el entendimiento entre las personas debería de ser posible con un mínimo de voluntad, de querer evitar una violencia que solo trae muertes y desgracias. Creo que la autora no toma partido por ninguna de las dos partes, que pretende mostrar y demostrar algo que no coincide con la realidad. Cierto es que para ambas partes la situación no es fácil, es muy complicada y no parece tener fácil solución pero estoy seguro de que hay más Zucker y Ziad en el mundo que creen que las cosas pueden ser distintas. Os recomiendo su lectura, es una novela larga que no me lo pareció en absoluto porque me atrapó desde la primera página hasta la última.