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viernes, 30 de noviembre de 2012

Douglas Preston y Lincoln Child


En algún momento ya dije que hay una serie de autores que prácticamente siempre garantizan una lectura entretenida, amena y buena para pasar un buen rato. En el caso de estos dos de hoy además, aportan también tramas bien montadas, personajes interesantes y bien diseñados, siempre con algo distinto y especial y una cierta tensión argumental que conseguirá que la mayor parte de las veces no puedas dejar la lectura durante demasiado tiempo. Y digo autores porque en el caso del comentario de hoy la mayor parte de las novelas son autoría de dos personas. Conste que es algo que no entiendo demasiado bien, eso de cómo se puede escribir una novela entre dos personas. No sé si uno aporta la idea y el otro la desarrolla, si cada uno va escribiendo una parte o si se ponen a escribir entre los dos al mismo tiempo, algo que me parece complicado. La mayor parte de sus novelas entran dentro del género de acción y aventuras, en muchos casos de intriga política o policiaca pero siempre con historias muy bien planteadas y desarrolladas. Hablo de Douglas Preston y Lincoln Child. La mayor parte de las que escriben juntos forman parte de ese tipo de sagas que tienen como núcleo a un grupo de personajes, pero además también tiene novelas más o menos del mismo tipo escritas de modo individual, en ambos casos casi todas merecen la pena.

Douglas Preston es un autor norteamericano nacido en 1956. Comenzó su trabajo como escritor en el Museo Norteamericano de Historia Natural de Nueva York. Además de colaborar con Child es autor de varias novelas y libros de temática científica, sobre todo alrededor de la historia del sudoeste americano. Además tiene alguna novela no de ficción escrita junto al autor italiano Mario Spezi, como “El monstruo de Florencia”, investigación sobre una serie de asesinatos en serie. La mayor parte de sus novelas están dentro de la categoría de best sellers y traducidos a gran cantidad de idiomas. También escribe sobre arqueología en varias revistas americanas. En el citado museo trabajó como escritor, editor y encargado de publicaciones. A finales de los años 80 dejó ese trabajo para dedicarse a escribir a tiempo completo. De entre sus novelas en solitario destacaría “El códice maya” (2004), “Tiranosaurio” (2006) o “Impacto” (2010). Se conocieron cuanto este editó una novela del anterior. Ahora aunque viven lejos uno del otro, escriben gracias al correo electrónico y el teléfono.

Lincoln Child nació en 1957. Tras sus estudios trabajó como asistente en una editorial, llegando después a editor jefe. Editó numerosas antologías de relatos de terror y cuentos de fantasmas. Posteriormente trabajó como analista de sistemas. Tras la publicación de su primera novela, en colaboración con Preston, “El ídolo perdido” (1995) dejó su trabajo y se dedicó a la escritura por completo. De sus novelas en solitario destacar “Armonía Letal” (2005) o “Infierno helado” (2009).

La mezcla entre un historiador y un editor y analista de sistemas informáticos nos da un resultado excelente. Todas sus novelas están perfectamente documentadas y las historias tienen un desarrollo impecable en todos los sentidos. Todas entran dentro del género del thriller de acción o política con elementos del terror más clásico en una mezcla realmente buena. Las historias son excelentes, pero destacan también en la creación de personajes, sobre todo de algunos de los que son fundamentales en la mejor de sus sagas y de la que llevan, por el momento, si no cuento mal, doce novelas. Los personajes centrales de las mismas tienen una serie de características que los hacen tremendamente atrayentes, interesantes y algunos de ellos tan fuera de lo normal que novela a novela vas descubriendo sus motivaciones, sus formas de ser y aquello que los lleva a comportarse como lo hacen, siempre con sorpresas dentro de sus historias personales.


Creo recordar que la primera novela suya que leí y que me encandiló completamente fue “Los asesinatos de Manhattan”, una historia de misteriosos asesinatos en serie. Ahí conocí por primera vez a uno de esos personajes que te dejan encantado y que te fascinan desde un primer momento. Uno de esos que quedará en la historia del género como algo realmente genial. Un agente del FBI extraño, curioso, siempre con raras teorías que al final terminan siendo ciertas. Apoyado siempre por una capacidad de observación y razonamiento por encima de lo normal y que deja pasmados tanto a sus compañeros como a una serie de personajes de la policía que lo siguen de manera fiel en todas sus aventuras. Una mezcla entre Sherlock Holmes, James Bond o el típico detective de las clásicas novelas de género negro. Un hombre que mezcla perfectamente la acción con la calma y el razonamiento. No se asusta ante casi nada y sus recursos son innumerables. Ya su aspecto, delgado, seco, elegante, seguro de si mismo hasta irritarte... Este es Aloysius Pendergast, posiblemente hoy por hoy mi detective literario favorito por gran cantidad de razones. Procede de Nueva Orleáns, su familia tiene tendencia a la locura y alguno estuvo ingresado en un psiquiátrico. Habla varios idiomas y domina todo tipo de armas. Sus métodos no siempre responden a lo esperado, pero sus resultados siempre están por encima de lo que el lector podría esperar. Un personaje irrepetible y original dentro del género. A su lado irán apareciendo otra serie de personas que estarán trabajando más o menos a su lado o enfrentándose a él. De sus colaboradores más habituales tenemos al teniente de la policía de Nueva York Vincent D´Agosta, la antropóloga Margo Green, el periodista Bill Smithback, la arqueóloga Nora Kelly, la extraña protegida de Pendergast, Constance... Todos ellos con personalidad y características suficientes como para resultar interesantes. Además novela tras novela iremos conociendo algo más de sus vidas, irán relacionándose entre ellos conformando un tejido cada vez más complejo. Los antagonistas serán siempre los asesinos, pero entre todos ellos y protagonizando varias de las novelas de la saga, tenemos a Diógenes, el malvado y perverso hermano del agente Pendergast, dos hermanos instalados en los extremos del bien y del mal.

Como ya comenté la primera novela de estos personajes que leí fue “Los asesinatos de Manhattan” (2003) y me entretuvo de tal manera que tuve que leer las anteriores y esperar con ganas las nuevas entregas. La primera fue “El ídolo perdido” (1995) y la última por el momento es “Sangre fría” (2011). Todas ellas me parecieron buenos ejemplos de literatura de entretenimiento puro y duro y todas me gustaron, con una excepción, la titulada “El círculo oscuro” (2007). Me pareció la más floja de todas, con una historia algo alejada de la norma y con un desarrollo un tanto extraño, aún así tiene buenos momentos. En casi todas tendremos elementos fantásticos, muchos de ellos casi homenajes a las grandes historias de la literatura y el cine de terror, metidos de una forma realmente magistral dentro de la historia, aunque algunas veces esas posibles intervenciones fantásticas no lo son tanto, llegando a una explicación racional de casi todo lo que pasa. Salvo en los casos de alguna de las últimas que sí guardan una estrecha relación (me refiero a las que tratan el tema del hermano de Pendergast por un lado y la investigación de la muerte de la esposa del agente por otro) podemos leerlas en cualquier orden, no es algo imprescindible seguir la serie tal como se publicaron, pero si no la conocéis yo os recomendaría que empezarais por la primera y siguierais el orden. Los personajes van evolucionando, en ocasiones tenemos referencias a aventuras anteriores que normalmente no son imprescindibles para seguir la historia, pero sí para tener una idea más completa de cómo son los distintos personajes.


Recientemente publicaron las dos primeras novelas de una nueva saga con un nuevo personaje central, distinto del anterior pero con algunos elementos en común. De momento por aquí solo ha aparecido la primera entrega, titulada “Venganza”. En este caso el protagonista es Gideon Crew, un hombre que a los doce años fue testigo del asesinato de su padre, un famoso matemático que fue acusado de traición a su país. A los 24 años su madre, antes de morir, le cuenta que su padre era inocente y su muerte fue la consecuencia de una conspiración. Así que le pide que vengue la muerte de su padre. Gideon elaborará un complejo plan, pero las cosas, por supuesto, no van a ser tan simples. La verdad es que me gustó menos que las anteriores, pero aún así tiene suficientes elementos como para que me lea la segunda cuando se publique.

Son dos de esos autores que hacen que tenga ganas de leer sus novelas al poco tiempo de aparecer publicadas. La verdad es que soy muy aficionado a este género y no son demasiados los que saben hacerlo dándole una cierta originalidad, tensión y atrapando al lector desde las primeras páginas. Tienen una forma de escribir muy visual, muy de cine y eso ayuda mucho a leer con ganas y fluidez. Son historias con mucho ritmo, en las que siempre está pasando algo y con sorpresas para el lector, sobre todo en la resolución de los casos y en la forma de desarrollar las tramas. Me gustan cuando tengo ganas de leer algo que no sea nada complicado pero que al mismo tiempo tenga un mínimo de calidad. Best sellers, eso sí, pero ya dije más de una vez que ese apelativo tampoco tiene por qué ser malo o sinónimo de muy baja calidad. Preston y Child tienen un buen lugar dentro de la literatura, sus novelas se venden a millones en todo el mundo y son muchos los lectores que esperan sus novedades. Si no los conocéis y os gusta el género no los dejéis pasar, estoy seguro de que os van a gustar.

martes, 13 de noviembre de 2012

Wilfred


Hace ya algún tiempo del último comentario sobre series de televisión. La verdad es que últimamente pocas nuevas estamos viendo, andamos más con temporadas de estreno de algunas que estamos siguiendo y poco tiempo nos queda para empezar con otras. De todos modos alguna va cayendo, como es la que os dejo hoy por aquí comentada. Creo que es de esas que o gustan mucho o no se soportan, como suele ocurrir con esas que tienen un cierto aire de humor, algo tan universal y al mismo tiempo tan individual. En el caso de esta, solo me gusta a mí, cosas que pasan. La serie se llama “Wilfred” y tiene, de momento, dos temporadas en Estados Unidos, por aquí están emitiendo la primera de ellas en Fox.

Es una serie de esas que antes eran muy habituales, de las de veinte minutos de duración, cortita, y de aire humorístico. Cuando empecé a verla pensé que era otra de las que rompen un poco con la tónica habitual de las series americanas, sobre todo por las formas y los personajes. Me dije que era otra de esas distintas, que se apartan de la corrección y lo habitual. Claro que luego descubrí que no es exactamente una serie original, que es una medio versión de una serie australiana del año 2007. Así que la originalidad viene de allá, pero eso tampoco le quita mérito, ya que siendo como es no entra dentro de lo que nos suele venir del otro lado de los mares. Quiero decir que es una serie excesivamente histriónica, con un planteamiento casi ridículo, llena de momentos grotescos y algunos escatológicos, con un humor en su mayor parte bastante grueso y directo, nada delicado. Vamos, una de las que podemos situar en el otro extremo de lo que se suele considerar como “políticamente correcto”. Por eso decía al principio que es de esas que gustan u odias, no creo que nadie se quede en el término medio. Una mezcla entre el humor cínico, grueso, alucinado y realmente bruto, pero al mismo tiempo desprende un aire de ternura que puede descolocar un poco al espectador. 

Dos son los protagonistas centrales de la historia. Por un lado tenemos a Ryan Newman. Es un abogado gris y triste, poco contento con su vida y que, para poner peor las cosas, pierde su trabajo. En el primer episodio vemos como intenta suicidarse tomando una buena cantidad de pastillas, que parecen no tener ningún efecto. Poco después su vecina le pide que cuide durante unas horas a su perro, ya que tiene que ir a trabajar y no tiene donde dejarlo. Aquí empieza la trama central de la serie. Cuando ella llega con el perro a casa lo que Ryan y nosotros veremos es a un extraño personaje, un hombre con una pinta bastante desastrada metido dentro de un enorme disfraz de perro, este es el otro protagonista, el perro Wilfred. Ryan achaca esto en un principio a una alucinación extraña provocada por las pastillas. Rápidamente llama a su controladora hermana, empeñada en dirigir su vida tal y como ella quiere, que trabaja como ginecóloga en un hospital, para preguntarle por los efectos secundarios de las pastillas que tomó, que evidentemente pueden provocar todo tipo de efectos secundarios, entre ellos alucinaciones. Pero el tiempo pasa y Wilfred sigue ahí, con la misma pinta y hablando y comportándose a medio camino entre un perro y un auténtico hombre sin la más mínima educación ni maneras. Además habla con Ryan y mantienen conversaciones completamente coherentes. Pasa el tiempo y las cosa siguen así, pero todo esto ayudará a Ryan a ver su vida de otra manera y superar sus problemas. Pasean por la ciudad, todo el mundo ve a un hombre con su mascota, con la que charla, come, camina... Todo es normal para el resto de la gente menos para ellos dos. Además Wilfred fuma, bebe y es aficionado a varios tipos de drogas, todo un ejemplo. 

Como podéis ver el punto de partida es realmente extraño y ridículo. Aún así la serie esconde en el fondo de cada capítulo bastante contenido. Prácticamente todos los episodios tienen como título una sola palabra, relacionada con aquello que Wilfred ayudará a Ryan a superar: felicidad, confianza, ira, miedo, aceptación, respeto, orgullo, compasión... A través de ese humor burdo y directo al mismo tiempo podremos extraer algunas lecciones, casi todas ellas bastante críticas con la forma de vida del mundo actual, con su aislamiento, con la poca preocupación por los demás, con la falta de amistad y confianza en la gente... En todos ellos tras ese marco ridículo y anómalo podremos encontrar más de una cosa interesante, siempre y cuando seamos capaces de soportar al insoportable Wilfred, capaz de poner a su nuevo amigo situaciones límite para ayudarlo a superar todas sus limitaciones personales y sus angustias. En cierto momento, por poner un ejemplo del tipo de humor que aparece, Ryan le dice a Wilfred que no sea racista, a lo que él le contesta que un perro no puede serlo, porque no distingue los colores. Pues en esta línea, junto con la sexual y la escatológica, van muchos de los chistes de la serie.

El protagonista es otro actor de cine que se pasa a la televisión, y además está recibiendo muy buenas críticas por la misma. El bastante conocido Elijah Wood, Frodo Bolsón en la trilogía de “El señor de los anillos” es uno de los dos elementos centrales de la historia. La verdad es que está muy bien en el papel de ese hombre inseguro, con miedos de todo tipo, incapaz de afrontar cambios en su vida y que prefiere renunciar a todo antes que, por ejemplo, enfrentarse a la hermana que le consigue un trabajo que él no quiere en el mismo hospital donde está ella. El Ryan que es incapaz de pedirle una cita a su nueva vecina, la dueña de Wilfred, de la que empieza a enamorarse nada más verla. Me está gustando mucho en un papel que además tiene bastantes variaciones en su comportamiento y forma de actuar. Por otro lado el papel de Wilfred está interpretado por una actor al que no conocía de nada. Decir que es el mismo que hace el papel en la serie australiana y que además es uno de los guionistas de la misma, Jason Gann. Aún dentro de ese horroroso disfraz de perro que parece salido de unos saldos de una fiesta de disfraces cutres está realmente bien. Insoportable en algunos momentos, desagradable en muchos más, egoísta en otros y en algunos realmente preocupado por su nuevo amigo. Aunque nunca tendremos demasiado claro si sus acciones y comportamientos están enfocados a su propio disfrute y comodidad o a intentar mejorar la vida de su nuevo amigo Ryan.

De momento vi seis de los trece que forman la primera temporada y tras superar la sorpresa inicial por el planteamiento de la historia me está gustando bastante. Quizá sea por ese aire que tiene que hace que sea distinta a lo que solemos ver habitualmente, no lo sé. La verdad es que en algunos momentos no es fácil no poner una cara de cierto asco ante algunas situaciones, pero al mismo tiempo en muchas otras es imposible no reírse bien a gusto o pensar por dónde van a ir las cosas, ya que casi siempre intenta sorprender al espectador con salidas inesperadas. Una buena mezcla entre acidez y ternura que para mí merece la pena y pienso seguir viendo porque me está gustando bastante. De todos modos creo que podéis darle una oportunidad, que siempre queda la opción de no seguir viéndola. Además creo que no es de esas que necesitan seis o siete episodios para saber si te va a gustar o no, con ver un par de ellos ya te queda más que claro por dónde van a ir los tiros, suficientes para tomar la decisión de seguir con ella o no. De momento son dos temporadas de 13 capítulos cada una. Una serie con aire indie, casi de cine independiente traspasado a la televisión. Ya me diréis qué os parece.

jueves, 1 de noviembre de 2012

"Las voces bajas", Manuel Rivas




Hace unos días un buen lector me dijo que acababa de empezar la novela que os voy a dejar hoy y que estaba realmente enganchado a ella, que era de lo mejor que había leído en los últimos veinte años. La verdad es que fue una afirmación que me sorprendió un poco, sobre todo porque venía de un gran lector en todos los sentidos. Por un lado el autor de esta novela es de esos que siempre me gustan, más o menos, pero su prosa y su forma de escribir siempre es capaz de sacarme más de una sensación de asombro y de llenar mi lectura de sensaciones. Por otro lado cuando te dicen algo como lo que me dijeron a mí en ocasiones empiezas el libro con un cierto cuidado, como no queriendo dar la razón a los comentarios. Claro que luego todas las críticas, comentarios y reseñas que he leído hablan verdaderas maravillas de ella, calificándola de realmente buena. Y la verdad es que coincido con todos ellos, la terminé hace poco y me dejó un gusto impresionante, tanto que no va a pasar demasiado tiempo sin que vuelva a cogerla. Además es una historia escrita originalmente en gallego, que yo he leído en castellano tras comprarla digitalmente, algo que en su lengua original, lamentablemente, no es todavía posible. Hablo de “Las voces bajas”, la última novela de Manuel Rivas, de muy reciente publicación. En gallego podéis encontrarla en la Editorial Xerais y en castellano en Alfaguara. Las portadas son distintas en ambas y aquí os dejo las dos, pero es evidente que la de la edición en gallego es mucho más cercana a la historia que Rivas nos va a contar.

Manuel Rivas es un escritor, poeta, ensayista y periodista que escribe fundamentalmente en gallego, aunque prácticamente toda su obra se puede encontrar también en castellano; además varias de sus obras han sido llevadas al cine. Nació en 1957 en A Coruña y actualmente vive en Vimianzo. Su padre vivió una temporada emigrado en América, trabajando como músico en orquestas de baile y albañil. Su vida se desarrolló casi en su totalidad en su ciudad natal, donde llegó a trabajar en su época de estudiante en “El ideal gallego”. Luego se fue a Madrid a estudiar Ciencias de la Información, licenciándose en la Universidad Complutense, mientras empezaba a trabajar en el mundo del periodismo. Fue uno de los fundadores y redactores de “Teima” (1977), el primer semanario escrito íntegramente en gallego. Dentro del mundo del periodismo trabajó en varios medios de prensa, radio y televisión. Además es uno de los fundadores de Greenpeace en España y formó parte de su primera directiva. En septiembre de 1981 fue uno de los tripulantes de un pequeño pesquero que se enfrentó con los barcos mercantes que arrojaban residuos radioactivos en la Fosa Atlántica y portavoz del movimiento “Nunca máis” surgido a raíz de la catástrofe del petrolero Prestige en las costas de Galicia. Actualmente combina su trabajo como novelista con el periodístico en el diario “El País”. Su producción comprende desde novelas, libros de relatos, poesía, una obra de teatro, alguna novela juvenil y libros que recopilan sus artículos periodísticos. Quizá su faceta más conocida sea la de novelista, tanto en su lo que se refiere a colecciones de relatos cortos como en las novelas algo más largas. Entre las más reconocidas podríamos destacar “Los comedores de patatas” (1992), “¿Qué me quieres, amor?” (1996), “El lápiz del carpintero” (1998), “Las llamadas perdidas” (2002), “Los libros arden mal” (2006) o “Todo es silencio”, publicada a finales del año 2010. Varias de ellas han sido llevadas al cine, quizá la más conocida sea “La lengua de las mariposas”, que está basada en relatos de “¿Qué me quieres, amor?” o “El lápiz del carpintero”. La versión de “Todo es silencio” se estrenará en breve. En 2011 se publicó “Lo más extraño”, una edición de sus cuentos y relatos cortos”. “Las voces bajas” es su última publicación, de hace unas pocas semanas.

“Las voces bajas” es una novela casi de memorias, más bien de recuerdos sueltos, de pequeñas cosas que van apareciendo en la cabeza del autor mientras recuerda su pasado. El elemento detonante es la muerte de su hermana María, el elemento casi central de todas las historias que Rivas nos va contando. Momentos de su vida todos ellos importantes, todos ellos recordados desde el presente como algo que fue formando y conformando al Rivas de hoy. Las voces bajas son esos recuerdos, las voces de gente sin importancia, sin trascendencia pero fundamentales para la vida de cada uno. Todos tenemos en nuestra cabeza esas voces que, unas para bien y otras para mal, forman parte de lo que somos hoy. Nuestros padres, hermanos, tíos o primos, nuestros compañeros de colegio o nuestros profesores, nuestros amigos y vecinos, los primeros compañeros de trabajo... Toda esa gente que en algún momento de nuestra vida ha pasado más o menos cerca de nosotros y que recordamos a través del tiempo. Pero también son las voces de la naturaleza, de los lugares en los que hemos vivido, los sonidos del viento, de las ramas de los árboles... Son las voces de todo lo que nos rodea y nos ha rodeado, tan bajas a veces que casi no las escuchamos conscientemente, pero que cuando pensamos un poco aún están ahí. Las voces de las palabras y de los silencios, de los gestos o las actitudes, de las alegrías y las penas. 

Hace algo más de un año comentaba aquí “Todo es silencio” y decía que Rivas me recordaba en algunas cosas a Paul Auster. Curiosamente la última novela de este segundo autor tiene una cierta similitud con la de hoy, aunque el detonante de esos recuerdos sea distinto. Aún así no tienen nada que ver, son radicalmente distintas. Siempre dije que Auster es de mis autores favoritos y me gustó ese “Diario de invierno”, pero la de Rivas tiene un aire casi opuesto, más sentido, más cercano, por lo menos desde mi punto de vista. No hay un solo momento en el que el lector no sienta algo, y no en singular, porque la cantidad de sensaciones de todo tipo que podemos tener con un simple párrafo es enorme. Es imposible que ningún lector no se sienta cerca, pero muy cerca, de lo que Rivas nos está contando, que no recordemos algún momento de nuestras vidas, a alguna persona o alguna situación. Lo que nos está contando es algo cercano, muy cercano a él, pero que todos podemos entender y sentir porque todos hemos tenido momentos parecidos a los que estamos leyendo. Ese es uno de sus grandes méritos, que estamos leyendo la historia de una persona normal, con una vida más o menos normal y con todo lo que eso conlleva. Todo lo que nos va a contar tiene su importancia, son esos pequeños o grandes detalles que muchos recordamos y que vuelven de repente a nuestra mente en algunos momentos. Historias de grandes y pequeñas alegrías (qué buenas son estas segundas, sobre todo porque normalmente son inesperadas), de leves y profundas tristezas, de momentos aparentemente sin importancia pero que luego, con el paso de los años, descubrimos que sí la tenían. Y palabras, muchas palabras, frases, preguntas no hechas o respuestas no dadas; y silencios, muchos silencios que a veces, bastantes, dicen más que un buen montón de palabras.

Lo maravilloso de la novela es la perfecta mezcla entre lo que nos cuenta y cómo lo cuenta. Ya dije en su momento y lo reafirmó ahora, creo que Rivas es hoy por hoy el escritor que mejor maneja el lenguaje de todos los que conozco, y no solo en gallego o castellano. La conjunción entre lo que nos cuenta y las palabras que usa es magistral y, como dije algo más arriba, consigue tal cantidad de sensaciones en el lector que más de una vez volverás a leer el mismo párrafo, la misma línea o aquella imagen más de una vez para degustarla como se merece. Es una forma de escribir que llena, casi como una ducha de palabras que caen de una manera tan perfecta y combinada que te deja completamente satisfecho, pleno. Me cuesta no poner en este comentario un montón de cosas que me dejaron maravillado, pero no quiero descubrir nada de nada y esta vez menos. Creo que es imprescindible no contar nada y dejar que cada lector tome contacto con estas voces bajas que Rivas nos acerca, porque va a descubrir mucho más de lo que parece en un principio. El uso que hace el autor de las imágenes, las metáforas, comparaciones y todo el elenco de recursos retóricos es genial y perfecto, siempre visual y evocador para el lector, imposible que uno no sienta algo cuando coja estas páginas en sus manos.

Multitud de personajes aparecen en estas poco más de doscientas páginas, el eje central como dije es su hermana María, pero también serán constantes sus padres y abuelos de ambas ramas. Los demás van apareciendo y desapareciendo en momentos puntuales, su tío comerciante de especias, sus profesores y compañeros de clase... Vamos a conocer casi todos los momentos de la vida del autor, mucho más de sus primeros años, pero también de sus estudios de Periodismo (aquellos en los que un profesor le devuelve un trabajo diciéndole que aquello no es periodismo, que es literatura) y sus primeros trabajos como periodista. De todos ellos me quedo con tal cantidad de historias que es imposible ponerlas aquí, porque quizá serían prácticamente todas, no hay un solo momento que rompa la línea de la narración ni un solo momento que no provoque una reacción en el lector. Muchos me conmovieron pero también tengo que decir que hubo otros que provocaron auténticas carcajadas, como la explicación de por qué los celtas desaparecieron de Galicia o algunas historias sobre el examen que hizo su padre ya de mayor para conseguir el Graduado Escolar; aunque podría mencionar muchas más. Eso sí, sonrisas llenas de ternura casi siempre.

Creo que mi amigo tenía razón, puedo decir que desde mi punto de vista es la mejor novela que he leído en mucho tiempo y quizá la mejor en todos los sentidos de las que llevo comentadas por aquí. Absolutamente recomendable para leer más de una vez y yo recomendaría a todo el que pueda que lo haga en la lengua original en la que fue escrita, en gallego. Quizá algunas historias, momentos o actitudes sean más cercanas a los que vivimos aquí, pero en absoluto serán lejanas a los demás, cualquiera podrá disfrutar enormemente de la lectura, sea de donde sea. Yo quiero leerla pronto así, creo que aún me va a gustar más. Tiene absolutamente de todo y todo bueno y creo que en este caso no me puede la pasión por el autor, porque es una opinión que voy escuchando incluso de gente a la que no le gusta demasiado. Y no solo eso, escuchando estas voces bajas entenderemos mejor muchas de las obras anteriores, que por lo que ahora leo, están llenas de influencias (lógicamente) de esa vida anterior, de esas personas, viviendas, situaciones... Haceos con él, acompañad al niño Rivas y a su hermana María, la verbívora de la familia...